lunes, febrero 10

La Caducidad de Nuestra Tolerancia

La existencia de un peligro real a la seguridad de los países occidentales es una evidencia demostrada. El Yihadismo ha declarado una guerra abierta y estamos hablando de un conflicto del que si algo conocemos, es su enorme capacidad de destrucción. Sus terribles ataques masivos nos han demostrado que se trata de un enemigo cuya violencia no tiene límites, que están dispuestos a ejercerla allí donde les dejen y, que por supuesto, España está entre sus objetivos. Es en éste contexto donde ha nacido la necesidad de disponer de una política antiterrorista frente al Yihadismo, de desarrollar medidas de cooperación con los países vecinos y de dotar a nuestras Fuerzas Armadas de los medios necesarios para afrontar estos nuevos retos.

Los orígenes

Del Islam sabemos que es una religión, que Dios es Alá y que él reveló su verdad al profeta Mahoma, el cual la dejó impresa en el Corán. Sabemos también que para sus fieles el camino a la salvación consiste en someterse a esa verdad revelada. El Islam quiere decir precisamente eso, “sumisión”.

Según nos explica, en un clarísimo e ilustrativo artículo publicado en el diario LA GACETA el periodista, escritor y, en opinión de muchos, también historiador, D. José Javier Esparza, es una religión que nace en el siglo VII de nuestra era cristiana, que se extiende rápidamente por el norte de África y por Asia y parece ser que se puede afirmar que es profesada por alrededor de 1.200 millones de personas en 57 países. De ese número de fieles, se calcula que el número de musulmanes en Estados Unidos estaría entorno a casi 5 millones, mientras que en Europa la cifra se acercaría a los 20 millones. Se presume que muchos de ellos, llegados por un proceso de emigración por cuestiones  básicamente económicas.

Dicho esto, se comprende, que nos encontramos ante un fenómeno de dimensiones considerables.

La Religión y la política

Ahora bien, el islam no es sólo una religión, el islam es también, y desde su origen, una religión política. Mahoma aglutina y reúne a una serie de personas, clanes tribales, como los califica el referido periodista e historiador, de quien, leyéndole, se aprende mucho sobre el Islam, que renuncian a su, podríamos decir, libre albedrío, para abrazar y encaminar su vida basada únicamente en el nuevo credo. En nombre de ese credo se extienden y ganan nuevos territorios que quedan incorporados a la comunidad de los creyentes que no es sólo por vínculos religiosos, sino por otra razón de ser, la política. Digamos que la religión y la política son dos caras de una misma moneda, van de la mano, inseparables. Su política se basa en su religión. Prueba de ello es que Mahoma, el profeta, se inviste no sólo como la autoridad religiosa, sino también como el líder del poder político de los musulmanes.

Mahoma murió sin descendencia y sus sucesores consolidaron la comunidad islámica bajo el nombre de califato, que viene de la palabra “Califa” que significa  “sucesor”. El califato es una realidad al mismo tiempo política y religiosa, por tanto se atribuye el gobierno sobre el pueblo musulmán y se rige por la ley islámica. Este carácter simultáneamente político y religioso es clave para entender toda la historia del islam y, por supuesto, su actual circunstancia.

El Islamismo y  la “guerra santa”

Hay que dejar claro que el islamismo no es lo mismo que el islam, pero procede de él y no se explica sin él. Lo que debemos entender por islamismo es que es la pretensión de basar todo en su religión, en la aplicación de la Ley coránica a todas las esferas de la vida, empezando por la política.

En este marco, el Yihadismo representa un paso más allá. Yihadismo viene de yihad, que es la palabra árabe para designar “la guerra santa”, es decir, la imposición del islam por la fuerza de las armas. En realidad, yihad significa “lucha” y es una de las obligaciones capitales de cualquier musulmán. Sin embargo, quepa ser muy cautos con esto porque interpretar que lo que se desprende del Corán es luchar por llevar el islam y defenderlo desde un concepto bélico es muy discutible, lo que muchos dicen es que de la literalidad, lo que se debe realmente interpretar es que se trata de una “lucha espiritual” interior.

En cualquier caso, a juzgar por la situación actual,  la interpretación bélica es la que ha prevalecido dentro de la cultura islámica, máxime cuando el propio Corán abunda en prescripciones de orden guerrero.

El yihadista, es  por tanto un islamista que opta por la lucha armada para imponer su fe.

Dicho todo lo anterior, quepa decir, que no todos los musulmanes son islamistas, ni mucho menos que todos los islamistas son yihadistas. Pero es un hecho, que los yihadistas se han convertido, a ojos de muchos musulmanes, en el auténtico progreso del islam.

¿Por qué ha crecido el radicalismo?

Resumidamente y como afirman todos los expertos, se trata fundamentalmente, por un choque cultural sin posible solución. El islam, como religión, tiene un problema muy serio, y es su incapacidad para distinguir entre lo político y lo religioso, entre lo que debe de ser puramente el mundo de las leyes (civiles) y el mundo de la fe y la moral.

 Cuando esa fusión se aplica a rajatabla, el islam queda condenado a no poder convivir pacíficamente con el resto de sociedades, no solamente con los musulmanes, que reitero que no todos son islamistas y mucho menos yihadistas, pero y que desde luego, lo hace incompatible con el resto de sociedades modernas, como la nuestra, que se basan en la absoluta separación entre el orden político y el religioso.

España frente al Yihadismo

España es un país tremendamente respetuoso con las ideas de los demás y sobre todo con las religiosas, es tolerante y enormemente sensible. Se dice incluso que España es un país que piensa antes con el corazón que con la cabeza.

Nuestro país, de conformidad con su Constitución Española, es garantista de la libertad religiosa y no sufre de “islamofobia”. Si bien existe una caducidad a nuestra tolerancia, y esta se produce cuando se pone en riesgo nuestra paz y nuestra seguridad. Porque el yihadismo parece haberse impuesto y extendido y estos grupos radicales quieren someter a sangre y fuego a las sociedades democráticas, incluso cuando ellos viven en ellas y disfrutan de la misma libertad.

La existencia de un peligro real a la seguridad es una evidencia demostrada. El Yihadismo ha declarado una guerra abierta y estamos hablando de un conflicto del que algo conocemos, y es su enorme capacidad de destrucción. Sus terribles ataques masivos nos han demostrado que se trata de un enemigo cuya violencia no tiene límites, que están dispuestos a ejercerla allí donde les dejen y, que por supuesto, España está entre sus objetivos, objetivos que no podemos ni debemos tolerar, nuestra tolerancia ha caducado.

De ahí la necesidad de disponer de una política antiterrorista frente al Yihadismo, de desarrollar medidas de cooperación con los países vecinos y de dotar a nuestras Fuerzas Armadas de los medios necesarios para afrontar estos nuevos retos.

Las Fuerzas armadas siguen siendo una de las instituciones mejor valoradas en nuestro país y hay razones de sobra para compartir esta opinión. La eficacia con la que desempeñan su trabajo, la discreción y valentía con la que asumen el riesgo que conllevan muchas de sus misiones y su lealtad al orden constitucional.

Sobre este último aspectos, la Constitución es clara y en su artículo 8.1, dice textualmente:  “Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”. El cumplimiento de su función está desarrollado a través de, quepa decirlo, una impecable Ley orgánica que regula las bases de su organización militar. La crisis económica y los recortes presupuestarios no han mermado en nada su capacidad de actuación, pero en estos momentos nuestras Fuerzas Armadas se enfrentan a un nuevo reto: el Yihadismo.

España como el resto de los países occidentales, debe de estar preparada para la lucha contra un terrorismo del que todavía no sabemos mucho. Estamos hablando de un conflicto en el que no sirve esconderse detrás de grandes potencias, sino que cada país debe de asumir su papel en la seguridad nacional. Por lo tanto nuestras Fuerzas Armadas deben de estar preparadas y bien dotadas para lo enfrentarse a lo que podemos llamar, desde mi punto de vista, una guerra global del Yihadismo, que permita garantizar lo más valioso que tenemos: la LIBERTAD, la PAZ y la SEGURIDAD.

Salomé Prego-Villaverde López

Abogada

Colaboradora Permanente en Derecho & Perspectiva.


Fuentes:

  • Constitución Española.,  
  • De ARÉSTEGUI, Gustavo, “EL ISLAMISMO CONTRA EL ISLAM” Diplomático.

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